Papelón en el juicio por Abel: los defensores no presentaron testigos y, enojada, una jueza les dijo “si no los han traído, tengo que pensar que no les interesa”

La audiencia demoró muchísimo porque la defensora oficial, que trabaja en tribunales, tardó en llegar. Incluso más que su asistida. El único testigo que realmente le interesa a la fiscalía aún no fue ubicado y los defensores no citaron a ninguno.
La peluquera, la expareja del joven desaparecido, en la larga espera del inicio de la audiencia.

Esto será breve. Como lo fue la audiencia de este lunes del juicio por asociación ilícita contra la peluquera Alejandra Espinosa, su presunto amante el excomisario Marcelo Acevedo y la amiga de la mujer, María Vázquez. Se suponía que la de este día sería la última o, cuanto mucho, la penúltima audiencia en la que declararían los pocos testigos que faltan. Los fiscales ya habían adelantado la semana pasada que solo les interesaba uno más, el problema es que les ha resultado muy difícil ubicarlo.

El joven vive en la calle, está perdido en las drogas y va a negocios y casas pidiendo para comer. Los jueces que presiden el debate oral, en el que destaca la desaparición forzada de Abel “Pochi” Ortiz, como el delito más grave de esa presunta banda de delincuentes (que tenía como cabecillas a la ex del joven desaparecido y a su amante comisario), esperaban que los tres defensores presentaran algunos o todos de los poquísimos testigos que anticiparon, la semana pasada, que tienen.

Pero no. Ninguno citó a nadie y eso acabó con la paciencia de la única jueza presente en la sala de juicios, Sandra Ehrlich. “Si no trajeron a nadie, tengo que pensar que no les interesan esos testimonios”, les enrostró a los abogados de los acusados. A eso se le sumó la molestia del juez José Luis Flores que, desde una videollamada, no ocultó el malestar que le causó ver cómo con su aparente apatía los defensores les hacen perder el tiempo, cuando ya no disponen de más.

Al inicio de la audiencia, los fiscales Leandro Estrada y Néstor Lucero le explicaron al Tribunal que todavía no habían conseguido dar con el paradero de la persona que les importa. El relato de ese hombre resulta esencial en la hipótesis de la fiscalía que sostiene que los acusados conformaban una banda de criminales que, en una bajeza humana inimaginable, drogaba a chicos, los convertía en delincuentes y después los mandaba a robar, entre otros delitos.

Ese hombre era vecino de la peluquera. Vivía justo al frente de su casa en el barrio Eva Perón. Según los testimonios de un par de testigos, que también fueron vecinos de la mujer, cuando era apenas un adolescente de 16 años se volvió otro soldadito de “la escuela de delincuentes” de Espinosa. Le dio pastillas, lo convirtió en un adicto y, bajo los efectos de las drogas, le entregaba armas de fuego, que le proporcionaba su amante Acevedo y le liberaba las zonas, para que fuera robar a tal o cual lugar.

Pero a los fiscales les interesa mucho su palabra no tanto por eso que ya otros confirmaron, sino porque él, según dijeron dos testigos, les aseguró que la noche de la desaparición de Abel, el 16 de septiembre de 2014, vio algo más que un movimiento extraño en lo de la expareja de Ortiz. Dijo que advirtió que sacaban algo, parecía una persona y la metían a un auto, no precisamente como un pasajero.

Luego de eso Ehrlich se dirigió a los abogados de los acusados. Le preguntó a la defensora oficial, Rocío Mediavilla, la culpable de que la audiencia se demorara sobremanera. El inicio de esta nueva jornada también se retrasó porque su representada, María Vázquez, todavía no arribaba a los tribunales. Pese a que todos estaban citados a las 9:30 y ya eran casi las 11. Lo de la acusada tenía un margen de aceptación, pero lo de la defensora oficial, no. Ella trabaja ahí, en el edificio del Poder Judicial. Tardó más en llegar ella que su asistida.

Al final para nada, porque cuando la magistrada le consultó si tenía testigos, respondió que no. Tiene cero personas a citar, igual que el número de preguntas que hizo a lo largo del juicio. Recién cuando trató de justificar su retraso, los presentes en la sala conocieron su voz, pues antes no la habían oído. Como siempre, habla alto, muy alto, encima delante de un micrófono que potencia el sonido, como si todos en el recinto tuvieran problemas de audición.

Pero la “frutillita del postre” la regaló el abogado de la peluquera, Valentín Rivadera. Un joven letrado que, a la hora de hablar es todo lo opuesto a Mediavilla. Tiene un volumen bajísimo de voz, que parece siempre al borde del quiebre, muy insegura.

––Esta defensa tiene testigos, que son de nuestro interés. Un total de cuatro. Ya había hablado con ellos para que se presenten, a más tardar el martes o miércoles, entendiendo que el día de la fecha iban a concluir los testigos de la fiscalía––respondió Rivadera.

––Lo que ocurre es que estamos obligados a maximizar las audiencias, atento a que tenemos pocas fechas de audiencias. Los otros jueces tienen compromisos en sus circunscripciones. Lo que se habló es citar a los testigos de la fiscalía y de la defensa, no el día de mañana. Estaban notificados. O sea, la defensa debió haber citado a la gente que le interesa no para mañana––le respondió enojada la jueza.

Luego la magistrada le hizo la misma pregunta a Celdrán. “A esta defensa le importa dos testigos (nombró sus apellidos), pero por cuestiones funcionarias, se desempeñan como policías, hoy no podían asistir”, explicó el abogado de Acevedo. Pero aclaró que esos dos efectivos se comprometieron a concurrir a la próxima audiencia.

Alejandra Espinosa junto a, su alguna vez amiga, María Vázquez.

También dijo que tiene interés en el testimonio de otro testigo que había ofrecido la fiscalía en su momento. Aunque no lo detalló en la audiencia, el hombre del que hablaba es uno que, a fines de agosto de 2016, declaró que, en una conversación casual en una parrilla, escuchó a otro hombre y una mujer decir que el joven desaparecido estaba enterrado en un puente, entre dos lomas, en un camino que va a Colonia de Bulnes.

Aparte dijo que también requería la declaración de un médico, pero será imposible porque falleció. Por ello solicitó que lo que testificó hace años, sea tomado como un testimonio válido.

La jueza aceptó lo que en los debates orales llaman “oralización”, que no es más que tener en cuenta lo que declaró antes una persona y figura por escrito, sin la necesidad de escucharlo de boca del testigo, presente en el recinto. También le hizo lugar al pedido de insistir a comparecer a tribunales a ese hombre que había oído la charla en la parrilla.

En conclusión, este lunes el juicio, enmarcado en la desaparición de Abel, no tuvo testigos ni avance. Así que antes de dar por finalizada la inútil audiencia, Ehrlich no ocultó su malestar. “Insisto, tenemos pocas fechas de juicios. De acá a fin de año, los magistrados tenemos muchos juicios y las personas involucradas aquí también. Entonces la idea era hoy o, a lo sumo, mañana terminar”, dijo y recalcó furiosa: “La citación de los testigos de la defensa es obligación de la defensa llamarlos, no de la oficinal judicial. Si no los han traído, tengo que pensar que no les interesan esos testimonios”.

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