Se separó del padre de sus hijos hace meses, él le instaló una cámara espía para vigilarla y ella quedó traumada

Hacía tres meses que Rodrigo Rodríguez ya no convivía con la madre de sus dos hijos. Pero la espiaba con una camarita que instaló en el aire acondicionado de su dormitorio.
El imputado (derecha) junto a su abogado, Juan Manuel Dómine.

Hacía tres meses que se había separado de Rodrigo Mauricio Rodríguez, el padre de sus dos hijos. No fue un distanciamiento de palabra, habían dejado de vivir bajo el mismo techo. Pero en ese lapso la mujer notó que, pese a todo, su ex conocía cada uno de sus movimientos. No podía entender cómo, si hacía tiempo que no se veían.

En agosto descubrió por qué Rodríguez lo sabía todo, como un Dios griego que lo chusmeaba todo desde una nube. El hombre había instalado una cámara de video espía en el aire acondicionado de su dormitorio. La denunciante sentía que sido violada en su intimidad. Quedó traumada.

Recién esta semana, con las prebas suficientes, el hombre fue citado a los tribunales de Villa Mercedes, para una audiencia de formulación de cargos. Allí quedó imputado por «lesiones leves agravadas por el vínculo y por mediar contexto de violencia de género». La fiscal instructora Nayla Cabrera Muñoz solicitó que, como medidas a seguir mientras la causa en su contra esté abierta, Rodríguez firme un libro en la fiscalía una vez al mes y no se arrime a su expareja.

El juez de Garantías, Matías Farinazzo Tempestini, aceptó la imputación por ese delito y también ordenó que el hombre cumpla con la firma del libro en tribunales y, además, le impuso una restricción de acercamiento hacia la madre de sus hijos.

La mujer lo denunció en agosto. Contó que había mantenido una relación con Rodríguez que se rompió para siempre en mayo. A tal punto que dejaron de convivir en su domicilio de calle Sucre.

Según repasó la fiscal de instrucción, desde la separación, la víctima comenzó a sentir poco a poco que su expareja «tenía información precisa de sus movimientos, sobre sus vínculos y acciones cotidianas». Empezó a sospechar, entonces, que la vigilaba.

La tecnología se ocupó luego de confirmarle que no estaba errada. Gracias a una aplicación de celular descubrió que su celular «estaba conectado a otro programa de videovigilancia». Más tarde, se percató de que en el aire acondicionado de su habitación había una cámara espía, de esas de diminuto tamaño. Interpretó, de inmediato, que el padre de sus hijas había instalado el aparatito.

Apenas lo denunció, la fiscal ordenó el análisis por parte de los peritos de Delitos Complejos de los dispositivos involucrados.

Después el mismo Rodríguez entregó su teléfono. Pero en el celular ya no había rastros del uso de la aplicación de videovigilancia. No importó, porque igualmente los peritos lograron recuperar unas 50 imágenes registradas por la cámara espía. Eran fotos de capturas de pantalla que daban cuenta de los movimientos de la denunciante en su pieza.

Cabrera Muñoz resaltó que todo se dio en una relación «enmarcada en un contexto de violencia de género», en la que existió violencia psicológica y ambiental. Señaló que el acecho del imputado llevó a su expareja a sentirse vulnerada por completo, en el plano emocional. Fue tal el hostigamiento que padeció que, de acuerdo al informe psicológico y psiquiátrico, la víctima quedó con un trauma y la autoestima por el piso, entre otras consecuencias emocionales que le costará superar.

No te pierdas...