Pieza por pieza. Todo encaja. La declaración de cada nuevo testigo en el juicio por asociación ilícita, enmarcado en la desaparición de Abel Ortiz, se conecta con el testimonio que otra persona dio antes. Confirma así, hasta ahora, la teoría a la que habían llegado y dado forma los fiscales Leandro Estrada y Néstor Lucero. Otro testigo, que hoy es un hombre de unos 30 años, pero que hace unos 12 años fue uno de los soldaditos de la “escuela de delincuentes” de la peluquera Alejandra Espinosa, declaró.
Y, al igual que otro joven que también fue formado por la mujer para delinquir, la complicó. La dejó en una muy mala posición a ella y a su presunto amante, el excomisario Marcelo Acevedo.
Audiencia por audiencia, los relatos arman el rompecabezas y dejan a la vista algo que, hasta el momento, concuerda más con la hipótesis de la fiscalía y no tanto con las casi desconocidas teorías de los tres acusados: Espinosa, Acevedo y, la ahora no tan amiga de la peluquera, María Vázquez.
A saber, el exjefe de la Comisaría 9° cambió a último momento de abogado. Durante los últimos 11 años lo había representado Hernán Echevarría, pero tres semanas antes del inicio del debate oral recurrió a la asesoría legal de Pascual Celdrán. La estrategia del letrado es hasta ahora desconocida. Espinosa continúa con el último de los tres abogados que tuvo, Valentín Rivadera. Otro que habla poco.
Pero el premio a “quien pasa más tiempo en silencio” es para la defensora oficial, Rocío Mediavilla. Parece ser la más perdida de todos los defensores. En lo que va de las audiencias no ha hecho ni una pregunta. Ese «power» de tigresa, con el que tanto defiende a acusados de abuso sexual de menores de edad, parece estar dormido. Su voz no retumba en la sala como cuando realiza los alegatos de apertura y clausura de otros juicios. Es evidente que no conoce la totalidad de la causa.
Es que estar al tanto por completo y entender todo lo que rodea la causa de Abel “Pochi” Ortiz y de asociación ilícita, con un expediente que tuvo cuerpos y cuerpos de hojas, no requiere un par de días de lectura y estudio, demanda todo un verano de leer y leer sin freno, además de una correcta compresión de texto, claro.
Luego de tres semanas sin audiencias, el juicio por asociación ilícita fue reanudado. Este lunes, desde la mañana hasta pasado el mediodía, declararon siete testigos. El más jugoso de todos esos testimonios fue el de C.F. El testigo tuvo que ser trasladado desde la lejana cárcel de La Botija a los tribunales de Villa Mercedes. Fue condenado a unos tres años de prisión por hacer algo que, según él, le enseñó, cuan docente, Espinosa: robar.
Al entrar al recinto, el convicto mostró mucha educación. Los saludó a todos con un “buenos días”, hasta se lo dijo al público. Estaba bien lúcido. Habló claro y todo lo que contó coincidió con lo que afirmó la primera semana del debate oral A.F., otro testigo, que supo ser amigo de él y vivió en el barrio Eva Perón, entre 2012 y 2014.
No solo los unía la amistad, sino también eran cómplices en robos y otros delitos que la peluquera y su presunto amante, por ese entonces, comisario, orquestaban. Hace unos 12 años tanto él como A.F. eran apenas unos adolescentes.
Relató que junto a su amigo robaban en casas. A.F. era quien tenía contacto directo con las personas que los enviaba a delinquir y recibían las directrices: Espinosa y Acevedo. La mujer les marcaba los lugares a los que tenían que entrar a robar, les proveía las armas de fuego que le había entregado previamente el excomisario y, luego, el exjefe de la Comisaría 9° les liberaba las zonas, es decir, las dejaba sin protección policial, para que pudieran delinquir a sus anchas.
Dijo que A.F. lo buscaba para hacer esos “trabajos” que les ordenaba la peluquera. Así continuaron hasta que en febrero de 2014 alguien sustrajo un pendrive del domicilio de Espinosa. Ahí la buena relación entre los chicos y “sus jefes” se rompió. La mujer estaba segura de que A.F. le había llevado el dispositivo de almacenamiento.
Fue a partir de ese momento que C.F. estuvo cara a cara con las personas que los mandaban a delinquir. En ese mundo oscuro y corrupto de un policía que envía a un chico a robar, conoció a Acevedo. Pero no fue de la mejor manera. Contó que el excomisario les ordenaba a otros policías a “levantarlo” de la calle y “lo sonaban a palos”. Precisó que una vez hasta lo llevaron a una comisaría, para golpearlo a su gusto a puertas cerradas.
En una de esas tantas veces que lo interceptaron por la calle, el exjefe policial acusado le habló en persona. Le exigió que encontrara el pendrive. C.F. reveló que ese aparato era muy importante para Espinosa y su amante porque contenía los contactos de las personas a quienes les vendían drogas, información sobre llamadas telefónicas que daban cuenta de esos delitos federales.
Según afirmó A.F., quien había robado el aparatito y vendido a otro vecino del barrio, Espinosa lo recuperó a los tres o cuatros días de su sustracción. Cayó a la casa del joven al que se lo había vendido por 100 pesos, dinero que usaría para comprar las pastillas que le hizo conocer la peluquera y a las que se volvió adicto. Una vez que la ex de Abel recuperó ese pendrive que la tenía a mal traer, Acevedo “levantó” de la calle a C.F., reveló el testigo.
Le encomendó un último trabajo y le prometió que, si lo hacía bien, la deuda entre ellos quedaría saldada. Lo mandó a robar a una casa, ubicada frente a Lanín. Le marcó el lugar, le liberó esa zona y lo proveyó de un arma de fuego. Su misión era sustraer una caja fuerte de esa vivienda.
Le había dicho al chico que ese sería su “último trabajo”, pero no mantuvo su palabra. Los problemas con él continuaron. Siguieron las palizas, contó. Hasta que un día sufrió la peor de todas.
Tras el robo del pendrive, Espinosa le hizo la cruz a A.F. y su familia. Tal como relataron otros testigos, una medianoche llegó al domicilio, junto a una docena de personas, en la que también estaba la otra acusada, Vázquez. Quemaron la casa. La peluquera y su hija estaban armadas y andaban a los tiros. Así balearon a su exsocio en el crimen: A.F.
Después de ese incendio, la familia que vivía allí se mudó, el amigo de C.F. se fue del barrio. Pero le pidió al testigo que le cuidara el lugar, mejor dicho, lo que quedaba de él. Fue así, como una noche, mientras dormía en la casa calcinada, entraron cuatro personas encapuchadas. No sabía quiénes eran, pero estaba casi seguro de que Espinosa y Acevedo tenían que ver con eso.
Los encapuchados lo amarraron a una silla. Lo ataron de pies y manos. Le rociaron alcohol encima, echaron nafta por toda la vivienda y le prendieron fuego, con él adentro. Logró sobrevivir.
Después de eso Acevedo dejó de liberarle zonas, señaló. Y, a pesar de perder contacto con los acusados de asociación ilícita, él no pudo salir de ese mundo al que lo habían introducido: el de la delincuencia. Robó otras veces hasta que lo detuvieron.
Algo llamativo de su relato, como si lo que ya había contado no fuese increíble, fue cuando habló del pendrive y su relación con Celdrán. En un pasaje de su declaración dijo que el famoso pendrive estaba en manos del abogado penalista. A diferencia de lo que muchos pueden esperar, increíblemente, el letrado no le hizo ninguna pregunta. Estaba mudo. Tampoco los otros dos, Rivadera y Mediavilla.

Cuando C.F. terminó de declarar, se levantó y caminó hacia la puerta de salida. Celdrán se dio vuelta para hablar con su cliente y río. Tal vez con el pensamiento, la seguridad, de que nadie en la Justicia puede tomar en serio la declaración de un delincuente como el hombre que acababa de contar semejante historia.
Luego testificaron cuatro policías. Entre ellos dos agentes que realizaron un informe sobre las comunicaciones efectuadas entre los teléfonos incautados a los acusados. Los celulares, para esa época no tan modernos, fueron enviados a analizar a Mendoza. Los policías de esa provincia descargaron toda la información que sustrajeron de los aparatos en cuatro CD y se los remitieron a sus pares de la Brigada de Investigaciones de Villa Mercedes.
Uno de los efectivos que peritó los dispositivos confirmó, de cierta forma, el romance entre la ex de Abel y el excomisario. Dijo que detectaron mensajes de texto en los que la mujer lo llamaba “Osito” o le escribía “Te extraño, Osito”. Pero lo más importante es que notaron un fuerte flujo de comunicaciones entre los acusados y Marcela Rodríguez, otra policía que también fue procesada, estuvo presa y no hace mucho fue sobreseída del caso. Ese fuerte intercambio de llamados y SMS, ocurrieron los días previos y el día que desapareció Abel, es decir, el 16 de septiembre de 2014.
También declararon el psiquiatra forense que realizó una autopsia psicológica de Ortiz y la licenciada en Trabajo Social que entrevistó a cada uno de los familiares del joven desaparecido. El médico ratificó las conclusiones a las que arribó hace cuatro años, en un estudio en el que también participaron una psicóloga y dicha asistente social del Poder Judicial.
La intención de esa necropsia, poco común, era determinar el perfil psicológico del hombre, si era, por ejemplo, una persona con intenciones de irse, alejarse de sus afectos o con características suicidas. La misma clase de autopsia que le realizaron al fiscal Alberto Nisman.
El forense ratificó que el joven, que tenía 29 años cuando desapareció, no tenía un perfil suicida; al contrario, se sentía contenido por su familia y era imposible que se hubiera ido por voluntad propia sin avisarle a nadie, para tomar distancia para siempre de sus seres queridos. Para él, a Abel “le había pasado algo”.
El testimonio de la trabajadora social fue en la misma línea. Después de todas las entrevistas a los parientes, amigos y allegados a «Pochi» y las encuestas socioambientales en los lugares que él solía frecuentar, concluyó que Abel tenía un vínculo familiar sólido y que, de hecho, tras la ruptura con Espinosa, había conseguido retomar su vida y armar una nueva. Tenía planes y proyectos. No encajaba para nada con el perfil de alguien que quiere morir o busca estar solo, al punto de irse de un día para el otro, como si nada fuese.
 
    
    
    
     
             
                
 
 
 
 

 
                 
                