Aunque nunca pudo regresar a Argentina, el Papa Francisco encontró siempre la manera de mantenerse cerca de sus coterráneos. Por eso, su sorpresiva muerte hizo germinar y rebrotar cientos de historias de los sanluiseños que tuvieron, a lo largo de su pontificado, algún tipo de encuentro o vínculo con él. Y hay una, en especial, que grafica su carisma, su presencia a la distancia y, probablemente, la forma en que se lo recuerde: aquella vez que llamó por teléfono a la familia de la exviceintendenta mercedina fallecida Verónica Bailone.
Todo un País se contactó con su padre, el mítico boxeador Abel Celestino Bailone, para rememorar aquella tarde de sábado de 2020 en la que el celular sonó y una voz los llenó de consuelo en medio del dolor de la muerte de la joven dirigente.
“Costaba creer que era él”, admitió Abel. Fue un 12 de septiembre de ese año, apenas diez días después de que Verónica cerrara los ojos para siempre después de meses de luchar contra el cáncer. Con la tristeza todavía en carne viva, sus padres habían tenido que leer los comentarios desafortunados de un sacerdote que hablaba de su fallecimiento casi como un castigo por su ideología. Ese sábado por la siesta, cuando regresaban en auto de un comedor barrial, el teléfono de Luisa Cerutti (la madre de Verónica) sonó y del otro lado apareció nada más y nada menos que la voz de Francisco.
La conversación duró unos pocos minutos. Además de darles el pésame, el Papa se hacía responsable de disculparse por los dichos del cura, en una muestra más de la atención que le prestaba a cuánto comunicaban los pequeños gestos y de cuánto lo preocupaba lograr una mayor sensibilidad y cercanía del clero con su pueblo: “Pastores con olor a oveja”, había dicho una vez.
“Fue un alivio enorme para nuestro espíritu que estaba golpeado en ese momento”, dijo el excampeón sobre el ring. Reconoció que fue una sorpresa muy grande. “Nunca nos esperamos algo así, que él teniendo tantas preocupaciones que atender en el Vaticano, tuviera la generosidad tan enorme, tan cristiana, de llamarnos. Pero fue una bendición muy grande que me ayudó mucho a superar lo que había pasado. Desde entonces le guardo un cariño muy especial”, expresó el hombre, disculpándose porque la emoción todavía le anudaba la garganta.
Bailone contó que su familia siempre fue de tradición católica. Tuvo, incluso, una hermana que fue monja y “dedicó su vida a Cristo”. Por eso, la partida del Papa significó para ellos también la pérdida física del conductor de la Iglesia. “Él ha sido la palabra de Dios en este mundo tan convulsionado, tan lleno de odio, de guerras.
Y él siempre fue un mensajero de paz. Podríamos decir que llevó el Vaticano a cada pueblo, a cada barrio, les abrió las puertas a todos, incluso a los que pensaban diferente; no tengo dudas de que pronto va a ser santificado”, sostuvo.
A cinco años del fallecimiento de su hija y de aquel llamado, a Abel Bailone el pecho se le llenó de emociones y asegura que se llevara aquella conversación telefónica como uno de los grandes recuerdos de su vida.