Bouchard, el “pirata argentino” que luchó en todo el mundo por la independencia americana

Entre enero y marzo de 1819 bloqueó varios puertos de Norteamérica que estaban bajo dominio español. Plantó la bandera argentina en diferentes continentes. Luchó bajo las órdenes de Napoleón y San Martín.

Quiso rescatar a Napoleón de su prisión de Santa Elena; fue el valiente que les arrebató a los españoles la única bandera que el ejército de San Martín consiguió en la batalla de San Lorenzo; era soldado incondicional del Libertador, pero un lugarteniente del general lo tuvo casi un año encerrado en un calabozo, en Chile, alimentándolo solo con maíz; combatió en Hawái y en las Filipinas; navegó por todo el mundo. Y en América del Norte, el 25 de enero de 1819, bloqueó el puerto de San Blas, México, lo mismo que hizo con el de Acapulco y el de Sonsonate (El Salvador), todavía en manos de los españoles, para plantar la bandera argentina, como aviso de que en el cono sur había una incipiente nueva nación. Hipólito Bouchard fue nuestro corsario, el que luchó por la independencia americana. Y si bien un corsario es parecido a un pirata, lo cierto es que no son lo mismo. A tal punto que, recién en 1988, la sentencia de un juez estadounidense estableció que los actos del navegante franco-argentino no habían constituido piratería.

De a poco la historia recupera la figura de Hipólito Bouchard. Desde hace unos años, cuando llega el 9 de julio, se celebra la “semana argentina” en la comuna de Bormes-Les- Mimosas, cerca de Saint- Tropez, Francia, donde el personaje nació como André Paul Bouchard. Cuando murió su hermano mayor, Hippolyte, adoptó su nombre.

En enero hay fechas importantes en su vida. Nació el 15 de ese mes en 1870, y murió el 4, en 1837, en Nazca, Perú. Otro detalle singular en la historia del corsario de la lucha por la independencia: en Madagascar, la isla ubicada al sureste de África, combatió a los barcos esclavistas, para evitar el tráfico de personas. Pero en Perú murió ajusticiado por sus propios esclavos, cansados de su maltrato.

También en el primer mes del año se fija aquella hazaña de Bouchard de izar la bandera argentina en las costas del oeste de Norteamérica.

Comandaba una fragata que se llamaba “Consecuencia” y que él rebautizó –no podía ser de otro modo– “La Argentina”. La obtuvo del reparto de bienes cuando se separó de Guillermo Brown –otro héroe naval de Argentina–, después de haber iniciado juntos las acciones por mar que le permitían a San Martín combatir a los españoles por tierra.

Juntos habían atravesado el Cabo de Hornos y combatido en Valparaíso (Chile), Callao (Perú) y Guayaquil (Ecuador).

Por los mares del mundo

El gobierno de Buenos Aires le dio a Bouchard la patente de corso el 12 de septiembre de 1815, después de dejar el Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín (con el que combatió en San Lorenzo), y logró reunir tripulación y zarpar recién en julio de 1817, un año después de la declaración de independencia. Antes de llegar a Buenos Aires en 1809, había servido a la marina de su país, donde estuvo bajo las órdenes de Napoleón en algunas campañas en Egipto.

La patente de corso otorgada por los revolucionarios del Río de la Plata le permitía atacar a naves y puertos españoles y obtener un botín con el que financiaba la empresa y aportaba a la causa. Los piratas, en cambio, no representan la bandera de ningún país, actúan por su cuenta y roban para ellos mismos. Bouchard emprendió su primer periplo hacia África, probablemente con la idea de atacar puertos de esa región que estaban bajo control de España. Atacó en Filipinas, en Hawái se entrevistó con el rey Kamehameha.

Luego pasó a las costas del oeste de América del Norte. Ataca varias poblaciones y provoca incendios. Y, como en todos los lugares de Asia y África donde pudo, enarboló la bandera de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Hay quienes suponen que la insignia de las Provincias Unidas del Centro de América, de la que surgieron las de El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala y Costa Rica, estuvo inspirada en la bandera que Bouchard hizo flamear en esas costas a principios de 1819. Después, el corsario que había recorrido los mares del mundo volvió al sur y se sumó a la campaña de San Martín al Perú. De hecho, siguió integrando el ejército libertador cuando el Padre de la Patria dejó el mando.

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