El concepto fue creado por la chef Make Oyarzo Salazar, que el viernes 24 y el sábado 25 de noviembre dará en la villa de Merlo una charla y un taller.
«Soy chef, profesional de la gastronomía hace 20 años y hace 11 años que me dedico a la cocina biomédica, que es un proyecto que inicié por el diagnóstico de autismo severo con discapacidad mental de Mía, una de mis hijas. Aprendí que a través de la comida y de mi trabajo, que es cocinar, podía hacer muchísimos cambios y mejorar la salud. Y no solo respecto a Mía. A lo largo de estos años he visto cientos de enfermedades que cambian gracias a la alimentación”, resumió Make Oyarzo Salazar, quien el viernes 24 y el sábado 25 de noviembre brindará en la Villa de Merlo una charla y un taller, respectivamente.
El viernes a las 18:00 hablará de “Cocina para la salud” en la Casa del Poeta, con entrada libre y gratuita. Y al día siguiente, de 10:00 a 13:00, en el Salón de Usos Múltiples del Colegio de Ingenieros, va a dar un clase presencial (con costo, para la que hay que inscribirse previamente) sobre cocina biomédica, en la que promete enseñar a cocinar rápido, rico y saludable sin TACC, lácteos, azúcar, soja, levaduras, colorantes artificiales y conservantes. Hay una lista de “sí” para las preparaciones, que incluye la elaboración de ghee (la manteca sin caseína), levaduras aptas, dulce vegano, alfajores sin huevo y sin harinas y harinas bajas en almidones.
La propuesta resulta ser todo un desafío, más si se tiene en cuenta que las comidas diarias de buena parte de la población suelen incluir más de uno de estos elementos. Además, la industria alimentaria no solo propicia su consumo sino que genera cada vez más ultraprocesados.
“La cocina biomédica no es solo beneficiosa para quienes tienen diagnóstico de TEA, es buena para cualquier persona. Uno de los proyectos que tengo para 2024 es editar un nuevo libro, que incluirá no solo la experiencia de Mía, que hoy tiene 14 años, sino también la de mis otras dos hijas y también la mía, es decir, qué me pasó a mi cuando comencé a cambiar la alimentación”, dijo la chef.
El momento en el que Mía fue diagnosticada de autismo severo con discapacidad mental fue una bisagra en la vida familiar y profesional de Make. Después de ello, llegó una etapa con momentos difíciles y de cambios, que trajo muchos aprendizajes en el camino. Un día, una amiga le compartió a Make un artículo que abrió primero las dudas y luego la esperanza en cuanto a tratamiento para Mía: decía que a niños con similar diagnóstico al de ella, ciertos alimentos le ocasionaban una suerte de adicción y de efectos tóxicos que empeoraban su salud, entre ellos, aquellos que contenían caseína y TACC.
Decidió entonces modificar los hábitos alimentarios de Mía, y esto implicó, centralmente, eliminarlos de plano. “No fue sencillo. Mía en ese momento solo aceptaba leche, arroz y fideos blancos. Tuvo un síndrome abstinencia de tres días. Pero después de eso, empecé a notar los cambios en muchos aspectos”, recordó Make. Uno de los más significativos fue en la esfera de la comunicación: Mía no hablaba, y progresivamente, con ayuda, pudo hacerlo.
Ese fue el puntapié de Cocina Biomédica, el concepto que Make creó y que la llevó a investigar, a leer mucho y a dar un giro en su carrera como gastronómica, para comenzar a promoverla en distintos ámbitos. Esto le ha permitido viajar a otros países, como Chile y Uruguay, para dar charlas y talleres, escribir libros y brindar asesoramiento a organizaciones que la requieran.