Con 24 años ya gestiona su propia cabaña de reproductores Hereford

Juan Andrés Magrini lidera el establecimiento San Edmundo Puntano, donde combina innovación genética, adaptación al monte serrano y compromiso ambiental.

En las laderas que anuncian la imponente sierra de los Comechingones, donde el monte seco se entrelaza con el esfuerzo humano, se levanta El Tala del Carrizal, un establecimiento ganadero que no solo produce genética bovina, sino que también cultiva una profunda pasión por el campo y la tradición. Allí, entre espinillos y algarrobos, Juan Andrés Magrini, un joven productor de apenas 24 años dio forma a su sueño: la cabaña San Edmundo Puntano, especializada en ganado Hereford de destacada rusticidad y adaptabilidad.

Juan vive en Las Higueras, localidad próxima a Río Cuarto, Córdoba, pero pasa la mayor parte de su tiempo en este campo ubicado en el paraje El Tala, en el corazón rural de San Luis, a 137 kilómetros de la capital puntana, sobre la ruta provincial 22, entre Naschel y Villa del Carmen. Allí, en un predio de 730 hectáreas, 600 de ellas de sierra, da continuidad a una historia ganadera familiar, tras haber recibido de su padre un valioso capital inicial: 200 vacas puras.

“Empezamos hace unos cinco años con este proyecto de manera más profesional. Al principio yo era chico y no me metía tanto, pero desde que mi padre me cedió el manejo, me comprometí de lleno”, conto Juan a Todo Un País con entusiasmo contagioso.

La propuesta de San Edmundo Puntano es clara: producir animales que combinen genética de calidad, rusticidad y adaptabilidad al monte serrano. “Nuestros animales nacen y se crían en condiciones muy exigentes: sequías prolongadas, pastos naturales, suelos complicados. Sabemos que, si funcionan acá, van a funcionar en cualquier parte del país”, afirmo Magrini.

El modelo productivo está adaptado a las limitaciones que impone el entorno. De las 730 hectáreas, apenas el 30% es tierra apta para cultivos o producción intensiva. En esas 100 hectáreas productivas, el equipo divide esfuerzos: la mitad para la confección de rollos de alfalfa, y la otra para la producción de maíz, sorgo y mijo, todos cultivos destinados exclusivamente al consumo del rodeo.

“Tenemos que estar preparados. No vendemos rollos porque la prioridad es alimentar bien a nuestros animales. El 2023 fue durísimo, con una sequía brutal. En todo el año no llegamos a 200 milímetros de lluvia. Pero teníamos una reserva de 400 rollos y un silo de maíz picado. Así pudimos aguantar”, relato Juan.

Además, han trabajado con dedicación para mejorar las pasturas nativas. Con la ayuda de dos empleados clave, Franco y Aldo, lograron implantar Panicum y Pasto llorón, una tarea ardua pero que dio resultados en una región naturalmente seca.

Uno de los pilares de la cabaña es el manejo planificado y eficiente. El establecimiento cuenta con 44 lotes rotativos, cada uno con su respectiva aguada, lo que permite reducir el gasto energético de los animales y mejorar su condición corporal. Además, utilizan sales proteicas y suplementos nutricionales para asegurar una digestión equilibrada.

El sistema de identificación animal también está a la vanguardia. Se combinan caravanas electrónicas y convencionales para registrar información sanitaria y productiva. “Con el lector de bastón, en minutos sabemos todo sobre cada vaca o toro. Lo que antes nos llevaba cinco horas, ahora lo hacemos en tres”, señala el joven productor.

Juan apuesta por una línea británica de Hereford, con animales de menor porte, ideales para el sistema de cría que manejan. “Un tamaño más moderado implica menor consumo y mejor eficiencia, especialmente en un entorno como el nuestro. Además, no sería viable incorporar animales grandes de línea americana para la monta”, explica.

La producción de toros y vaquillonas rústicos, capaces de adaptarse a condiciones adversas, ha despertado el interés de productores de otras regiones. “Nos han llamado desde Mendoza, desde el norte de Córdoba, incluso de Buenos Aires. Quieren animales que estén curtidos, que ya hayan atravesado sequías, fríos, incendios. Y eso es lo que nosotros ofrecemos: animales entrenados por la naturaleza”, resumió Magrini.

Entre los 17 toros del plantel, Juan destaco la reciente adquisición de Roble de Octubre, un Hereford puro de pedigree nacido en Tandil y hermano del tercer mejor ternero de Palermo 2023. “Le decimos El Porteño, porque vino de Buenos Aires”, dijo con orgullo.

Además del trabajo ganadero, en El Tala del Carrizal hay una marcada vocación por la conservación del ecosistema serrano. En articulación con la Secretaría de Fauna provincial, la familia Magrini protege las zonas rojas del campo, aquellas de alto valor ecológico, y promueve el cuidado de la fauna autóctona: pumas, ñandúes, vizcachas y hasta la esquiva sacha cabra.

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