«Nos vamos espiritualmente, pero estaremos siempre unidos, siguiendo los caminos que Dios nos tiene reservados», expresó con dolor la Hermana Cristina el 18 de octubre de 2023, en la misa de despedida que celebró aquel día el Obispo Gabriel Barba por el cierre del monasterio de El Suyuque. Y Dios les reservó un camino especial: esta mañana, dos monjas benedictinas que vivieron en San Luis hasta hace poco más de un año, acompañaron al Papa Francisco en la ceremonia de la constatación de su muerte, celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, pleno corazón del Vaticano.

En las breves imagenes difundidas por los medios oficiales de la Santa Sede, las primeras en mostrar el féretro del Sumo Pontífice, se pudo reconocer junto a la Hermana Cristina, a la Hermana Fabiana, otra de las religiosas que también vivió en el monasterio Nuestra Señora de la Fidelidad.

El rito de la constatación de muerte del Papa Francisco, que duró aproximadamente una hora, fue encabezado por el cardenal camarlengo Kevin Farrel y fue el primer paso en los protocolos funerarios que se vivió en el Vaticano.
¿Cómo llegaron las hermanas benedictinas al Vaticano?
Según lo informado por el mismo Vaticano, desde enero de 2024, las monjas benedictinas de la Abadía de Santa Escolástica, respondiendo al pedido del Papa Francisco, retomaron «el ministerio de oración, adoración, alabanza y reparación en el Monasterio Mater Ecclesiae (Madre de la Iglesia), dentro de los jardines vaticanos, para sostener al Santo Padre en su cotidiana solicitud por toda la Iglesia, por medio de su presencia orante, en el silencio y en la soledad».
El monasterio había sido fundado en 1994 por San Juan Pablo II, con la idea de contar con un grupo de monjas contemplativas (antes llamadas «de clausura»), que se fuera renovando cada cinco años.
Tras el paso de varias órdenes, Benedicto XVI expresó su deseo de residir allí, tras su histórica renuncia en febrero de 2013. Su aspiración se cumplió y vivió en el lugar hasta el día de su fallecimiento, el 31 de diciembre de 2022.
Tras su muerte, el Papa Francisco decidió que el lugar debía retomar su finalidad original y convocó a las monjas de la Orden Benedictina de la Abadía de Santa Escolástica de Victoria, ubicada en Buenos Aires. Precisamente el lugar donde fueron a residir las Hermanas Cristina y Fabiana, entre otras, tras el cierre del monasterio de El Suyuque.

Y así, aquellas que partieron con dolor, pero también con mucha esperanza desde el paraje serrano ubicado a pocos kilómetros de San Luis Capital, siguiendo los senderos de Dios, fueron llamadas a presenciar un instante sagrado: la constatación de muerte del Papa Francisco.