Francisco ya es eterno. Más de 200.000 personas despidieron los restos terrenales del Papa este sábado en el Vaticano. “Con dignidad, pero como todos los cristianos”: los últimos deseos del primer pontífice argentino se cumplieron a rajatabla.
La Plaza de San Pedro fue escenario de la santa misa exequial por el difunto Papa Francisco, quien cerró los ojos el lunes pasado a los 88 años.
El Cardenal Giovanni Battista Re presidió la ceremonia y en su homilía resaltó el legado de humildad, cercanía y servicio de Francisco. Fue una misa sobria, como el mismo Francisco lo dispuso. El cardenal definió al Santo Padre como “un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos”. Y resaltó: “Estableció un contacto directo con las personas y con los pueblos, deseoso de estar cerca de todos, con especial atención hacia las personas en dificultad”.
La Plaza San Pedro estuvo colmada por sacerdotes, religiosas, obispos, fieles y 160 líderes globales. Entre estos últimos se pudo ver a Donald Trump, Emmanuel Macron, Volodímir Zelenski, los reyes de España, Felipe VI y Letizia, Javier Milei, Sergio Mattarella y Giorgia Meloni. También a Luiz Inácio Lula da Silva, Daniel Noboa, Luis Abinader y Xiomara Castro.
Luego de la misa, el féretro con el 266º sucesor de Pedro abandonó la plaza y se trasladó en el en el papamóvil, acompañado por un pequeño cortejo fúnebre, hacia la Basílica de Santa María La Mayor. Ahí fue inhumado.
Treinta minutos duró el traslado por las calles de Roma. En cada metro, miles de personas le dieron el último adiós. Allí estaban los humildes y excluidos por los que Francisco tanto bregó.
Finalmente la sepultura llegó al nicho de la nave lateral de la basílica liberiana, entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, donde se colocó después del canto de cuatro salmos y cinco intercesiones.
El ataúd fue ubicado bajo una losa de mármol de Liguria, la tierra de orígenes italianos de Jorge Bergoglio. Allí descansa el gran pastor “con olor a oveja”, como siempre soñó ser recordado.