El espectáculo homenaje de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) se construyó con la sinergia del Coro, el Ensamble Instrumental y el Elenco de Teatro de la casa de altos estudios.
Construir colectivamente “Habitar la democracia” fue un desafío creativo tanto como un vaivén de contradicciones, confesó, al cierre de la presentación, Daniela Pereyra Jameson, directora general del espectáculo con el que la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) le rindió homenaje a los 40 años ininterrumpidos de democracia en Argentina. Fue el cierre de la jornada del domingo, en la que asumieron, en San Luis y en el país, las nuevas autoridades elegidas por el voto popular. En efecto, ha sido un doble reto: pensar la democracia y los diversos conceptos vinculados a ella que atraviesan la obra y lograr la sinergia entre diversas expresiones artísticas. A las voces del Coro de la UNSL se sumó la de Pablo del Fuego como invitado, y el Ensamble Instrumental y el elenco de teatro de la casa de altos estudios hicieron su aporte a la gran puesta. La sumatoria de las partes permitió disfrutar de un espectáculo de aproximadamente una hora y diez minutos que emocionó y ofreció un repaso por los momentos más destacados de la historia posdictadura.
Lo de las contradicciones a las que hizo referencia Pereyra Jemeson bien podría asociarse al complejo devenir del pueblo argentino. No por nada, en octubre pasado, en la previa al balotaje, el expresidente uruguayo, José “Pepe” Mujica dijo: “No entendemos a la Argentina, es hija de su propia historia”.
El espectáculo tuvo dos grandes hilos conductores: por un lado, la relación padre-hija (representados por Marcelo Di Gennaro y Cons- tanza Papini), con sus (des) encuentros generacionales y de ideas y, por otro, la música, que de la mano del Coro de la UNSL trajo versiones potentes de canciones que, en la mayoría de los casos, ya adquirieron el estatus de himnos, tales como “Argentina es nuestro hogar”, “Cinco siglos igual”, “Hombres de hierro”, “La memoria”, “Huracán”, “Los Dinosaurios”, “Para la vida”, “Ciudad de pobres corazones” y “Tierra Zanta”.
En la piel de Luis, un diariero que, desde su puesto, fue protagonista de encuentros multitudinarios en la plaza, de la bronca canalizada a través de cacerolazos y de tantos otros hitos, Di Gennaro es la representación de aquellos argentinos que, aun a sabiendas de su imperfección, defienden a ultranza la democracia que tanto costó conseguir, que sufrieron la dictadura y lucharon contra ella. Papini le puso rostro y gestos a una joven estudiante universitaria que no solo pone en duda el sistema sino que se muestra reacia a ser parte de él. “La democracia que tenemos no me gusta, y no tengo ganas de cambiarla”, le dice a su padre. Ella no tiene ilusiones, siente que el peso de la realidad y de las injusticias cotidianas refuta aquello de que “con la democracia se come, se sana y se educa”.
Así como el repertorio elegido fue una de los elementos que dieron cuenta del pulso de cada momento de la posdictadura, otro fueron los medios de comunicación, representados en esas hojas de periódicos que Luis el diariero cuelga en su kiosco. Títulos que refieren recortes, asesinatos, cambios en el gabinete, medidas económicas de ajuste, emergencias ambientales, femicidios. La maquinaria noticiosa que, con su velocidad y superficialidad, parece muchas veces atentar contra aquello que, al final, padre e hija rescatan como esencial, como “aquello de lo que estamos hechos”: los recuerdos, la memoria.
Palabras emblemáticas
La obra inicia y finaliza con dos textos emblemáticos: el Preámbulo de la Constitución Nacional y el Himno Nacional. Cuatro días antes de las elecciones que lo convertirían en el primer presidente elegido por el voto popular después de la dictadura, Raúl Alfonsín recuperó en un discurso estremecedor el Preámbulo de la Constitución Nacional, que se oyó en off en el Auditorio “Mauricio López”. El cierre de “Habitar la democracia” fue con la canción patria, cuya letra fue escrita por Vicente López y Planes en 1812