Su hijo Eduardo, custodio de su obra, halló en un libro de derecho cinco cuentos inéditos. A modo de homenaje, ante el aniversario de su nacimiento, los dio a conocer en su sitio web, ilustrados por artistas puntanos.
De algún modo, Jorge Sallanave se las arregló para seguir entregando nuevas piezas de su literatura aun después de su partida, ocurrida hace ya casi dos años, el 5 de junio de 2022, a los 78 años. La labor de su hijo Eduardo, dedicado a custodiar y difundir la obra del escritor puntano, ha permitido que ahora los lectores tengan acceso a cinco cuentos inéditos del autor de “Elvira de Lesbene”.
Nacido en San Luis el 10 de febrero de 1944, en su juventud Jorge fue a Buenos Aires a estudiar derecho. Los textos jurídicos nunca se robaron toda su atención, porque si bien se recibió de abogado, nunca dejó de escribir. Y entre los libros de su ciencia, en su estudio, convivían los textos literarios.
“Siempre me dieron curiosidad los tomos encuadernados en color rojo que descansaban en la biblioteca de su estudio jurídico. Luego de su partida en 2022, pasando largas horas leyendo estos compilados de sus primeras creaciones, descubrí cinco relatos” escritos a máquina, cuenta Eduardo, que los comparte en el sitio oficial del escritor, www. jorgesallenave.com.
“Él siempre habló con mucho cariño de esa época, eran como sus pequeños tesoros”, dice el hijo, que consultado por Todo un país estimó que Jorge escribió esos cinco relatos cuando tenía alrededor de 25 años. Cuando los descubrió, se preguntó por qué no compartirlos, “tal como los creó y con su seudónimo, ‘Sallenave verdadero’”, la firma que había escrito al pie de esos cuentos, de la cual Eduardo desconoce el porqué.
Palabras e imágenes
Hace poco, ante la cercanía de otro aniversario del nacimiento del escritor, a Eduardo se le ocurrió la publicación homenaje, con un plus. Invitó a cinco artistas plásticos de San Luis para que cada uno leyera e ilustrara un cuento. Así, Carlos Urteaga ilustró el relato “Las mentes blancas”; Juliana Pallaro, “El departamento”; Alejandra Etcheverry, “El Padre Pepe”; Fabricio Aguilar, “Los Chingolos”; y Sandra Aparicio tuvo en sus manos la posibilidad de pincelar “Don Viernes”.
Sallevane escribió este último como si fuera el resultado de una entrevista imperdible al pintoresco Viernes Scardulla, un adivinador que recaló en San Luis después de ser noticia en los diarios nacionales, en 1938, por asegurar que había hallado, en un arroyo de Pergamino, el tesoro que el Marqués de Sobremonte trató de llevar a Córdoba, cuando Buenos Aires fue invadida por primera vez por los ingleses, en 1806. Tesoro que, por cierto, fue robado por los invasores y llevado a Londres.
Eduardo no sabe si esa hipotética entrevista con Scardulla ocurrió en realidad o fue una creación más de la imaginación prolífica de su padre. La cual, según adelanta el hijo, seguirá entregando narraciones a sus lectores, porque entre los libros de derecho que Jorge dejó siguen apareciendo escritos suyos que no tienen que ver con el mundo de las leyes y los tribunales, sino con el fantástico mundo literario, en el que Sallenave no era un visitante, sino residente permanente.