Recuerdos de Illia en San Luis: una llave extraviada y la visita al poeta

El presidente visitó la provincia en febrero de 1966, unos meses antes de que fuera derrocado por los militares. Años más tarde se encontró en Merlo con Antonio Esteban Agüero.

Cuando el 18 de enero de 1983 murió Arturo Illia, el país buscaba salir de la peor dictadura de la historia. A 41 años de su muerte, las páginas de la historia remarcan su honestidad y el haber vivido y muerto en la más absoluta austeridad. Pero tal vez haya sido su obstinada convicción democrática su rasgo más sobresaliente. Esa misma convicción fue la que lo llevó a desafiar, sólo con una Constitución Nacional en su mano, a quienes le arrebataron el sillón presidencial. Illia gobernó el país entre 1963 y 1966, cuando fue derrocado por la “Revolución A rgentina”, que llevó al poder a Juan Carlos Onganía. En febrero de aquel último año de gobierno visitó San Luis. Y más tarde, una vez destituido, mantuvo un encuentro en Merlo, con el poeta Antonio Esteban Agüero.

Aquel 19 de febrero de 1966 fue decretado feriado. La decisión la tomó el entonces gobernador Santiago Besso porque ese día visitaba San Luis el Presidente de la Nación.

Illia llegó para encabezar los actos de la Semana Nacional del Turismo. A las 9:30 el avión presidencial “Independencia” aterrizó en la base aérea de Villa Reynols, Villa Mercedes. Arribó acompañado por su esposa Silvia Martorell y su comitiva, entre quienes estaba el puntano Miguel Ángel Zavala Ortiz, canciller de la Nación. Fue recibido al pie de la escalerilla por el gobernador Besso y el intendente mercedino Gerónimo Landaburu, ambos demócratas liberales. Cuando se estrecharon en un abrazo de bienvenida al pie de la pista de aterrizaje, Landaburu estaba tratando de digerir un mal trago: la llave de la ciudad que tradicionalmente se entregaba a los visitantes ilustres, en este caso nada menos que al Presidente, no estaba, se había perdido.

Ya con la gente frente a la Municipalidad, con los chicos de las escuelas engominados y los militares y policías con sus uniformes impecables, llegó la hora de los discursos. La búsqueda había sido implacable en cada una de las dependencias del Municipio. La llave seguía sin aparecer.

Viejo bicho político, cuando Landaburu tuvo que hablar se las ingenió para salir del paso: le dijo a Illia que un hombre de su talla no necesitaba tener una llave de la ciudad para visitarla, que podía recorrerla y caminar por donde quisiera, que los mercedinos lo recibirían con cariño y le deseó una feliz estadía.

Al finalizar el acto, cuando ya era tarde para entregas y reconocimientos, un empleado municipal se acercó Landaburu y le entregó sin decir palabra un estuche de madera. Lo abrió y allí estaba la llave. Reluciente. El intendente no atinó a decir nada, mientras veía cómo la comitiva oficial se alejaba.

Esa mañana, Illia inauguró la terminal de ómnibus de Villa Mercedes, una obra que bendijo el entonces obispo Monseñor Cafferata. Además, visitó los trabajos en el Hospital Regional. “Entre ustedes y nosotros vamos a terminar esta obra”, le dijo el presidente al gobernador Besso. También asistió a la colocación de la piedra fundamental del Colegio San Buenaventura y visitó las obras próximas a terminar del Frigorífico Terminal del Oeste.

En la ciudad de San Luis

Illia viajó hasta la ciudad de San Luis en automóvil. A las 13 concurrió a un almuerzo en el Hotel de Turismo (hoy hotel Dos Venados). El gobierno había invitado a embanderar los frentes de las casas. Y el intendente capitalino, José Estévez, se dio el gusto y le entregó simbólicamente las llaves de la ciudad.

Por la tarde, a las 18:30 el presidente asistió a la inauguración del edificio del Correo, actualmente ubicado en Illia y San Martín. Y luego estuvo en la elección de la reina del Turismo (la elegida fue Cristina Barreiro Marlani) A las 20:45 concurrió a una recepción oficial en casa de gobierno con el gobernador Besso. Y finalmente, a las 22, estuvo en los actos de cierre por la Semana del Turismo que se hicieron en el Dique Cruz de Piedra.

Tras la visita a San Luis, Illia emprendería sus últimos meses de gobierno en el que no hubo un sólo día de estado de sitio, tampoco presos políticos, decretó la libertad gremial y levantó la proscripción al peronismo. En su gestión, Naciones Unidas votó la resolución 2065/65 que convocaba al Reino Unido a sentarse a discutir la soberanía de las Islas Malvinas. Se sancionó la ley del salario mínimo, vital y móvil, la ley de medicamentos, la ley de asociaciones profesionales y derogó la ley de contratos petroleros. Además, incorporó al Código Penal la figura de enriquecimiento ilícito para los funcionarios.

La mañana del martes 28 de junio de 1966 fue derrocado por un golpe militar. Salió caminando de la Casa Rosada. “Ustedes no representan a nadie; ustedes son salteadores nocturnos”, le dijo a un oficial del Ejército apostado en la guardia.

Rechazó cobrar la jubilación de privilegio de presidente. Y si bien alternó entre Martínez, Pergamino y Cruz del Eje, regresó a su profesión de médico y hasta cuentan que en un tiempo atendió la panadería de un amigo. Durante 1982, poco antes de morir, Illia formó parte de la Multipartidaria, la confluencia de partidos políticos que trabajaron para buscar una salida democrática a la última dictadura militar. Falleció sin honores en Córdoba, las 20.35 del 18 de enero de 1983 en la habitación 19 del Hospital Privado. Tenía 82 años. Desde allí fue trasladado al cementerio de la Recoleta, donde comparte el panteón con los dirigentes radicales, Leandro Alem e Hipólito Yrigoyen.

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