Claudio Giraudo sabe de esa versión, pero asegura que en el mundo aeronáutico nunca encontró a alguien que se dedique a eso. Él hace trabajos agroaéreos y piensa que por esa creencia algún día podrían dispararle a su nave.
Sin ser alarmista, el piloto Claudio Giraudo, que hace trabajos agroaéreos, cuenta que a veces le preocupa la posibilidad que alguien le dispare a su avión, por creer que es uno de los supuestos “rompetormentas” contratados por grandes capitales agrícolas para impedir que llueva hasta que levanten sus cosechas.
Recibido de piloto privado en 1990, desde entonces Claudio está vinculado al mundo de la aviación. Trabaja en siembra aérea, “muy utilizada en el Valle del Conlara, y pulverizaciones”. Y asegura que en todos estos años jamás conoció o escuchó a alguien de ese ambiente decir que trabaja haciendo vuelos para romper tormentas, algo que muchos pobladores del norte de la provincia dan por seguro como una realidad. “He escuchado que dicen eso, supongo que tendrán sus motivos de reclamo y los organismos donde los han presentado tendrán que analizar e investigar”, afirma el aviador. Y agrega: “Hasta donde yo conozco, sé que aviones rompetormentas no existen. Sí existen aviones para la lucha antigranizo. Son dos cosas distintas”. “En el ambiente aeronáutico, y uno se reúne siempre en festivales aéreos, no conozco aviones o empresas que se dediquen a romper tormentas. Sí conozco de Mendoza la lucha antigranizo por la vid, los frutos muy delicados, pero esa es una actividad que está regida”, abunda. En San Luis, por el contrario, quienes creen en la existencia de esos vuelos que evitan la lluvia dan por sentado que es una actividad ilegal.
De hecho, ni bien comenzó el 2024, el 2 de enero, una comunidad del norte provincial, denominada “Cielos limpios”, se presentó ante el gobierno de San Luis para presentarle documentación que considera probatoria de tales maniobras. Y para pedirle que intervenga para ponerle fin.
La vocera de ese grupo, la periodista ambiental Cecilia Sustersic, destacó que el gobierno escuchó sus planteos, en una larga audiencia que mantuvieron con el ministro de Desarrollo Productivo, Federico Trombotto, y el secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Federico Cacace.
“Nuestro trabajo es dar a conocer que esto tiene más de cien años de experimentación.
Se oculta porque modificar la naturaleza a este nivel es generar un cambio climático inducido”, dijo la ambientalista, tras aquella audiencia. “A nivel planetario –sostiene Sustersic– estas alteraciones del tiempo meteorológico son funcionales a las grandes corporaciones, los grandes negocios de petroleras, semilleras, farmacéuticas, petroquímicas; y a nivel local, en cada región hay quienes quieren ir controlando el clima y tienen el poder adquisitivo para hacerlo, lo van a seguir haciendo”.
Giraudo sugiere que la población no se haga eco de afirmaciones sin sustento o información que no esté corroborada. “Es más fácil leer algo en el celular que agarrar un libro y ponerse a estudiar”, reflexiona.
Contra las tormentas, nunca
Los estudios sobre meteorología que deben cursar en las distintas fases de la capacitación para pilotar naves aéreas –hay diferentes categorías de piloto y deben obtener distintas licencias para cada una– permiten dejar de lado algunas suposiciones que se suelen generalizar, explica. Una de ellas es que es sencillo adentrarse en una tormenta con un avión, por ejemplo para dispersarla.
“Un avión de línea aérea, que son los aviones más grandes, no deja de volar por más que haya tormenta. Pero esquiva los cumulonimbus, esas nubes blancas, altísimas, con forma de hongo, a las que no te podés arrimar”, explica el piloto.
Y abunda: “Nunca se pasa una tormenta por dentro. El instructor siempre dice que la mejor forma de pasar una tormenta es con el avión en el hangar y tomando mate al lado”.
Para Claudio, ese es un argumento en contra de la suposición que puede haber pilotos decididos a adentrarse en una tormenta, con una nave más pequeña –las llamadas avionetas–, para desbaratarla.
“Una tormenta de la dimensión de un ‘Charly Bravo’, como se denomina un cumulonimbus en la terminología de la aviación, no hay forma de disolverla”, sentencia.
El piloto agrega una inquietud a la discusión de si existen o no los “rompetormentas”. “Si Argentina, cualquier gobierno, dispusiera de eso para disolver tormentas ¿hubiera dejado que La Plata se inundara como se inundó tiempo atrás?, ¿no habrían evitado lo que pasó ahora en Miramar, en la Mesopotamia, o hace un año en la fiesta de la Calle Angosta? A los gobiernos tampoco les sirve que haya damnificados y que haya pérdidas millonarias como ha habido”, dice.