Gastón Pauls: “Quiero que los más jóvenes tomen mejores decisiones que las que tomamos los adultos, que son patéticas»

El actor, que hace 21 años tiene una fundación que lucha contra las adicciones, dijo que le preocupa que haya chicos de seis años fumando pasta base, que venden drogas en las puertas de las escuelas o haya delivery de sustancias que se piden con un mensaje de WhatsApp, mientras todos “miran para otro lado”.
El artista estuvo inmerso en el mundo de las drogas 20 años y hace 18 que "está limpio". Pero todavía se define como "un adicto en recuperación".

Gastón Pauls ese actor de ojos celestes cristalinos, cejas gruesas, uno de los artistas del recordado film de “chantas”, que se engañan el uno al otro, “Nueva reinas”, y que el otro protagonista, personificado por el siempre inolvidable Ricardo Darín, describió en la película “con cara de buen tipo” mañana estará en Villa Mercedes. Ha venido un par de veces a la provincia antes y esta vez lo hace para participar de la Expo Seguridad 2025, el evento organizado por el Ministerio de Seguridad de San Luis, con entrada libre y gratuita.

Llegará nuevamente para seguir con la tarea que lo ocupa, como él dice, desde hace 21 años con su fundación “La casa de la escuela de la calle”. Su intención es traer un poco de luz donde hay tanta oscuridad para las personas que son esclavas del alcohol, la marihuana, la cocaína, cualquiera de esas sustancias ilegales e incluso aquellas que no hallan una salida a otros infiernos, como la anorexia, la bulimia o la depresión.

Aunque es una tarea que se carga a los hombros hace años, es un compromiso que lo llevó a recorrer la Argentina, hasta ir a otros países, como Perú, Uruguay, Colombia y Chile, así como caminar por barrios que ni siquiera la Policía se anima a entrar. Dice que hoy, más que hablar de oscuridad, prefiere que su mensaje llegue a los jóvenes, incluso a los niños. Quiere que no tomen “las patéticas decisiones” que tomamos casi siempre los adultos y que explican por qué el mundo es lo que es: «una vergüenza». Hoy las drogas, casi como el sol, están en todos lados y cualquiera puede acceder a ellas, mientras los mayores “miran para otro lado”.

Viernes, 14:30, esta periodista llama al número con prefijo de Buenos Aires, Capital Federal. No era el teléfono del manager o representante de Pauls, era su número de celular personal. Atiende al segundo llamado. Era la hora que el actor había pactado una nota con Todo un País. Con el tono ligeramente cansado, pero clarísimo para hablar y una disposición absoluta, respondió las preguntas de este medio.

Este reportaje terminó antes de lo esperado y a esta cronista le quedaron varias preguntas en el tintero. Pero Pauls es muy responsable y respeta los tiempos de otros. A las 15 había acordado una entrevista con otro medio de San Luis y a las 15:15 debía partir a su fundación. Así es su vida. Una de agenda apretada. Está muy comprometido con este trabajo que decidió cargarse a sí mismo y que, incluso, lo ha llevado a rechazar varios papeles en la televisión y la pantalla grande. Sin embargo, como dijo él, está muy ocupado con esto que, aunque él no lo nombró así, se ha convertido en su misión. Tal vez el porqué, el sentido por el cual está en este mundo. Esa pregunta con la que muchos mueren sin encontrarle una respuesta, quizás él ya la contestó con estas charlas contra las adicciones, como la que dará mañana, a las 16, en la Arena de La Pedrera.

El reconocido actor de 53 años llegó a rechazar varios papeles en la pantalla chica y en la grande en su misión de impedir que un niño, un joven o cualquiera ingrese en el abismo de las adicciones.

—Vos empezaste con el alcohol a los 14 años. ¿Cómo fue?, ¿qué te llamó la atención o qué pasó para que llegaras a eso?

Me pasó creo lo que les pasa a casi todos a esta altura. Mi experiencia no dista mucho de la de otros. Pero hay chicos empezando mucho antes, a los 10, 11, 12. Lo que yo buscaba en ese momento era formar parte de, pertenecer a un grupo que ya consumía alcohol. Lo que sentía era que lo que me ofrecía el alcohol era eso: pertenencia. Hoy la publicidad de alcohol está mucho más presente. Por eso los chicos empiezan mucho antes. Hoy arrancan mucho antes con las mismas drogas, de la misma manera que comienzan muchísimo antes con el celular. O sea, las apuestas y la adicción al celular. El primer celular en este país, el promedio es de 9.6. Celular con redes. Hoy se ha acelerado todo.

—¿Te acordás de lo que sentiste?

La primera vez que consumí fue gin. Sentí que algo se relajaba y, por ende, creo que ahí uno busca más relajación, más participación, más ser parte de algo. Algo me relajada, algo se calmaba.

—¿Tus padres, tu familia, no lo notaron?

No, que es lo que ocurre en general en las familias. Después intentaron hablar, pero el tema ya estaba presentado. La adicción es una enfermedad. Más allá de lo que te hablen, si la enfermedad está despierta te va a pedir más y más cosas, además.

—¿Cuándo tomabas?, ¿en fiestas, a escondidas, ibas a un lugar? Digo, porque eras chico.

Esta es una enfermedad social con una oferta social que te vende socialmente el asunto. Tomaba en bares, en lugares que permitían la venta a menores cuando, en realidad, estaba prohibida. Bebía socialmente. En los boliches los chicos tomaban, en los supermercados te vendían. Pero más que hablar de mí, el problema es lo que está pasando ahora. En los medios hay pautas publicitarias que ofrecen alcohol y apuestas todo el tiempo. Más allá del problema de uno, el problema es social.

—Vos terminaste la escuela. ¿Cómo lograste llevar adelante la vida de un chico ya siendo un adicto?

De la misma manera que hoy hay gente en la Cámara de Diputados consumiendo cocaína o alcohólicos manejando canales de televisión o empresas. Es una enfermedad social y hay empresarios, políticos, maestros, empleados públicos, kiosqueros, oficinistas, que llevan su vida adelante así. Pero así está el mundo.

—¿Cómo conociste y probaste por primera vez otras sustancias? ¿Qué sentiste?

El alcohol es una droga, de venta pública, permitida, el 99% de los adictos empiezan con alcohol. Las otras drogas las probé en boliches y en lugares que hoy están todavía más abiertos, porque hace 35 años había que meterse en boliches o en sitios muy difíciles para conseguir. Hoy las conseguís en la puerta de una escuela. Yo la compré en un boliche, me la regalaron primero y después la compré. Pero lo que importa es lo que está pasando hoy, porque mientras nosotros estamos hablando de esto, en la esquina hay alguien vendiendo paco. Antes no había WhatsApp para comprar. Hoy enviás un mensaje y te la traen a la puerta de tu casa, como un delivery. Mientras las fuerzas de seguridad, los fiscales, los jueces, todos miran para otro lado. Hoy hay un pibe fumando por ahí, y ahí es donde tenemos que atacar.

—Leí otra nota que te presentaba como una persona que vivió atravesada por preguntas, que cuestionabas todo. Antes de probar “merca” y entrar en ese mundo, ¿no te lo cuestionaste?

No, porque lo que pasaba es que no había información. Entonces si yo pregunto qué hace la “merca” y te dicen que te convierte en Superman o si decís “el alcohol es el sabor del encuentro”, que es como te lo venden, no necesito hacerme ninguna pregunta. Si yo tomo alcohol me encuentro, conmigo y con otro (según una famosa publicidad). El problema hoy es que les están mintiendo a los pibes diciéndoles que tienen que apostar para ganar, les dicen que el alcohol es el sabor del encuentro o que con un porro no pasa nada. Las preguntas sí, me las hacía, pero nadie me había advertido lo que podía pasar. Es muy chiquitito donde dice “beber con moderación”. Las publicidades son de gente divirtiéndose y muy chiquitito, casi indescifrable, ese “beber con moderación, prohibida la venta a menores de 18 años”. No es más grande el cartel ese que el placer. El placer de la venta es enorme y el cartel es bien chiquitito.

—¿Cómo era esa vida de adicto? ¿Qué sentías cuando tenías el efecto y cuando se iba y tenías que buscar más?

Como la vida que tiene alguien que tiene un problema con la comida. Sabe que le hace mal, pero sigue vomitando o sigue sin comer. El mismo comportamiento de alguien que fuma cigarrillo y no puede parar, sabiendo que le hace mal. La misma compulsión que tiene una persona con una patología mental, una depresión, y no puede salir de la cama. Vas repitiendo los mismos errores, esperando resultados diferentes. Y, tristemente, es el mismo comportamiento de un montón de niños y niñas que hoy se autoflagelan, se cortan los brazos, se lastiman o se exponen. Es lo mismo, es algo que haces, que no te hace bien, pero no podés dejar de hacerlo.

—Sé que lo describiste como un lugar muy oscuro, que llegaste a ver y sentir cosas feas. Apelo a tu memoria y te pido que seas lo más gráfico posible, ¿qué veías y sentías?

No sé si es algo que te pueda graficar. Es un estado, es como cuando te dicen “¿por qué entraste en la depresión?”. Y muchos te dicen: “Salí de la depresión” y “Bueno dale, basta con la depresión”. A los adictos les dicen “basta con tomar cocaína”, con fumar porro o con tomar pastillas, “basta con vomitar” vos que sos anoréxica o bulímica. “Basta”. No, no es tan fácil. Yo también te podría decir ¿por qué no preguntaste antes de entrar en la depresión cómo se podía evitar? Hay preguntas que no nos dicen o no nos hacen. Hay educación emocional que no nos dan en las escuelas. Todavía en este bendito país te piden que recuerdes fechas de batallas, de conquistas, de asesinatos, pero no nos dan educación emocional para entender qué es la depresión, qué es la tristeza, qué es la salud, la diversión, qué son las ganas, qué es el agobio, Mientras sigamos educando gente que no sepa sobre emociones y seguir recordando fechas que no le sirven para nada. En relación con lo que recordaba yo, era la tristeza de la tristeza, era la desolación de la desolación. Hay un lugar de tu cabeza del que no es fácil salir, que necesitás ayuda, que a veces aunque venga la ayuda no sabés. Es complejo. La paranoia del adicto es que te están siguiendo, que te vienen a matar, viene la muerte, que es tu último segundo de vida, que te ahogás, que no podés respirar.

 

En este punto del reportaje esta cronista quiso corregir a Pauls, pero debido a que el tiempo apremiaba no pudo ser. A la depresión u otros trastornos mentales nadie ingresa por una puerta, como las personas que se vuelven dependientes de las drogas. Lo que se sufre puede ser muy similar sí, pero lo cierto es que hay una predisposición biológica, clínica, por la que ciertas personas son más propensas a padecer depresión, por ejemplo. Por lo general, sucede con quienes son más sensibles que otros.

Si bien la educación emocional de la que habla el actor puede ayudar, es algo difícil de prevenir. No es una ciencia exacta, depende mucho del organismo de cada uno y de cómo funciona su cerebro. La depresión simplemente viene y te toma. No se presenta nunca como una pastilla, algo llamativo y bonito, que te garantiza un momento de placer. Es distinta. El calvario puede ser el mismo que el de las adicciones, pero no tiene una puerta de entrada, ni mucho menos un instante placentero. Nadie quiere conocer el infierno.

 

—¿Cuántos años fuiste adicto?

Soy adicto, en recuperación todavía. Llevo 18 años casi en recuperación. Mis años de consumo fueron más de 20.

—¿Me podrías mencionar todas las drogas que probaste?

Alcohol, marihuana y cocaína. La primera es la puerta de entrada a todo. Está promovida y es sponsor del deporte.

—Trabajaste muchas veces “puesto”, filmaste “Nueve reinas” totalmente drogado, ¿cómo fue?

Como mucha gente que hace su trabajo diariamente con pastillas, alcoholizada o drogada. A mí me tocó en varios proyectos estar en ese estado, no tan terribles como para no poder hacerlos. Nunca falté a mi trabajo. Pero, como hay gente que maneja en pedo, maneja camiones, como hay otra que atiende un banco, que sesiona en la Cámara de Diputados “puesta”. Esa es la realidad del adicto, que sigue haciendo su vida cada vez de una manera más dolorosa.

Gastón Pauls y Ricardo Darín en «Nueve Reinas», el film sobre «chantas» del 2000. La película marcó una época emblemática de la historia argentina reciente, en la que los ciudadanos vivieron el sueño o, más bien, la mentira del «uno a uno», antes de ser golpeados por la dura realidad el año siguiente.

—¿Te acordás cuándo fue la primera vez que se te atravesó por la cabeza algo así como “tengo que parar”, aunque luego no lo hayas hecho?

Creo que el adicto es una persona que decide muchas veces que quiere parar, pero el tema es que no lo puede sostener. Muchas veces quiere parar, como un depresivo, un adicto a las apuestas o alguien que tiene un problema con la comida. Dice “no lo voy a hacer más” y lo vuelve a hacer a los dos minutos. Hasta que hay un momento de iluminación en el que te hartás de estar harto y decidís cortar con eso y empezar a ver de qué manera salir. Eso me ocurrió a mí, sino hubiera seguido y no estaría acá.

—Leí que tenías una especie de freno mental, algo que te decía “no lo vas a lograr”. ¿Cuántas veces ese pensamiento te frenó? ¿Cómo y cuándo reuniste las fuerzas para pedir ayuda y salir?

Un montón, son incontables. Hay un montón de veces que la cabeza te dice “no vas a poder”, “no vas a salir”. Eso nos pasa a todos, lamentablemente. Es todo un trabajo de buena voluntad, de seguir avanzando, porque muchas veces la mente te tira ideas negativas. De lo contrario, no estaríamos como estamos, en un mundo en el que uno por un pedazo de tierra mata a otro ser humano. Mirá el nivel de locura que hay, que hay nenes muriendo en otras partes del  planeta y acá también; y está la codicia, la locura, la perversión, la soberbia y la locura humana. La recuperación es un gesto de buena voluntad y de sano juicio diario.

—Vos te pusiste de novio con quien luego sería la madre de tus hijos, Agustina Cherri. Para entonces, eras adicto. ¿Cómo es comenzar una relación que se volvió seria siendo adicto?

Ella empezó una relación y lentamente comenzó a ver que el problema era más grave, menos fácil de lo que creía. Pero después siempre estuvo al lado, ofreciendo su mano, su ayuda, su contención, su paciencia. Le estoy muy agradecido. Somos amigos hoy. Compartimos crianza, somos compañeros y nos querremos toda la vida.

—¿Cuáles fueron los primeros cambios que experimentaste cuando empezaste a recuperarte, a limpiar tu cuerpo?

Primero la cordura, el sano juicio, el oxígeno en todo sentido, la paciencia que aparece, la confianza. El mirarte al espejo y reconocerte, después de días, meses, años de no encontrarte. Por eso una cosa es “el sabor del encuentro” y otra es el verdadero encuentro con uno mismo. Uno no necesita de cosas externas para encontrarse, sino vendríamos con unas bolsitas desde que nacemos con pastillitas, forritos, con espejitos. Pero venimos sin nada y nos vamos vestidos con la mejor ropa que nos quieran poner. Y a los dos meses esa ropa está comida por gusanos. Por eso es interesante explicar a los que vienen detrás, a pibes, a chicos que lean esta nota, que sepan que no necesitan de más cosas para ser ni más cancheros, ni más exitosos, ni más lindos, ni más buenos, ni más poderosos. Con lo que tienen dentro, si se animan a soltarlo, es suficiente.

—¿Tuviste momentos de tentación? ¿Recaídas?

No, pero porque trabajo diariamente para mantener este estado de lucidez y de libertad. Trabajo todos los días de mi vida.

—Para eso fue fundamental la mamá de Marcela kloosterboer, que es psicóloga y trabaja con adictos, y la propia Marcela, ¿no?

Hubo varias personas. La mamá de mis hijos, Agus, mis amigos, mi familia, Cristina, la madre de Marcela, que estuvieron en los primeros momentos y me ayudaron a dar esos primeros pasos, que después se convirtieron en pasos que yo ya podía dar un poco más solo. Más allá de que siempre se necesita un grupo, gente que me ayude. Pero en esos primeros pasos, en los que uno está muy frágil, todos ellos estuvieron presentes.

El actor ya ha dado 780 charlas, a lo largo y ancho de la Argentina, así como en otros países sudamericanos, con un promedio de mil personas por encuentro. «Son casi 800 mil personas», destacó.

—Ayudas con charlas, ¿y de qué otras formas?

Yo tengo una fundación hace 21 años, en la que trabajamos y ya hemos llegado entre las charlas, los discos y varias cosas a más de 15 millones de personas, llevando el mensaje de que otra vida es posible. En la fundación dan clases de educación emocional, talleres de prevención en clubes, en escuelas, en barrios, en correccionales de menores, en cárceles. No soy solo yo, somos muchos trabajando diariamente y organismos, para que nadie más se mate. Para mí, lo más importante es mostrar que hay un camino de salida.

—Pero a veces no llegás a tiempo, ¿cierto?

Yo tengo, literalmente, 2 mil mensajes por día de gente que me dice “me quiero matar”, “no puedo parar de tomar”, “tengo depresión”, “tengo ataques psicóticos”, “tengo ataques de pánico”, “no sé dónde llevar a mi hijo”, “mi hija se suicidó ayer”. O sea, es una locura lo que está ocurriendo y hay un montón de gente mirando para otro lado. Sabemos que las cárceles están llenas de gente, que en algún momento consumió, casi todos los que mataron estaban en pedo o “puestos”, o tuvieron accidentes borrachos. Todos los argentinos sabemos que en las cárceles hay cocaína, hay droga. Hasta un niño de 10 años lo sabe. ¿Y por qué hay drogas en las cárceles? Porque hay un montón de gente que mira para otro lado. Hay un montón de gente interesada en el asunto, partícipe de eso. Entonces, es un círculo vicioso del que no se sale. Es lo que más me preocupa, más que ocupa, porque ocupar me ocupo hace un montón de años, en tratar de llevar un poco de luz donde había tanta oscuridad.

—Viste que la mente de una persona es un lugar espinoso. ¿A veces en tus sueños o tal vez de la nada te vienen esos feos recuerdos o sensaciones que sufriste cuando eras un adicto sin ayuda?

Como cualquier ser humano tengo pensamientos, porque es parte de la vida, porque no todos los días son luminosos y no todos los días sale el sol. Creo que, en la aceptación de eso, también está la vida, o sea que puedo tener un pensamiento negativo, sí, claro que lo puedo tener, pero muchas veces esos pensamientos negativos son el equilibrio con los positivos. No todo es luz, todo frío, todo calor. Estamos en un mundo bipolar, donde hay un polo norte, hay energía positiva y negativa. Hay frío y calor. Hay luz y sombras, hay oscuridad. A mí ya no me asusta eso. Esos pensamientos están. Lo que importa es cómo potencio lo positivo. He visto nenes de seis años fumando pasta base. Entonces, a veces no tengo mucho tiempo para pensar en otras cosas. Quiero ir a ayudar a ese pibe, porque sino llegaría tarde a todos los pibes y las pibas. Ya demasiado mal vive el ser humano adulto, como para encima cag… la vida a los que vienen detrás. Yo lo que quiero es, desde mi lugar, dejarles su lugar, que tomen mejores decisiones que las que tomamos los adultos, que son patéticas casi todas. Si veo, cómo está el mundo hoy es una vergüenza. Después no entendemos cómo a los ocho años un pibe está medicado. Si le estamos dando un mundo que los asusta.

—Por supuesto ojalá no, pero si alguno de tus hijos o los dos llegan a caer en una adicción, ¿qué vas a hacer?

Es un pensamiento que uno como padre puede tener. Pensar: “Uy, se va a subir a un auto y le va a pasar esto” o “va a ir a la esquina y le van a afanar”. Yo trato de no vivir con esos pensamientos, lo que trato es de vivir con la información real. Mis dos hijos saben completamente qué es la cocaína, el alcohol y lo que genera todo eso. Yo lo que puedo hacer y quiero hacer es potenciar la vida, que sepan sobre sus emociones para que no intenten tapar una emoción con una sustancia. Los adictos tratan de tapar un dolor con una sustancia. Lo que quiero es que mis hijos sean libres y que se banquen un día si tienen un dolor, si hay una tristeza que se la banquen, que si hay una duda que se la banquen y que lo puedan hablar y compartir con alguien. Eso, para mí, es el primero de los caminos para salir de la oscuridad.

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