“Yeya” Domeniconi, lúcido y afable testimonio de la historia puntana

Edith murió el lunes. Tenía casi 104 años. Era madre del político y diplomático radical Leandro “Chungo” Despouy y hermana del ex gobernador Alberto Domeniconi. Conservaba una vitalidad y una lucidez notables.

Durante años, Edith “Yeya” Domeniconi de Despouy jugó mucho al tenis y al básquet. Además, “en el Colegio Nacional lo teníamos al ‘Toribito’ Mendoza como profesor de Educación Física, él nos hacía hacer mucho deporte”, contaba ella cuando ya estaba cercana a cumplir cien años y atribuía su longevidad a esa dedicación a la actividad física y a la vida sana. No solo a eso dedicó sus energías: también crió a cuatro hijos y mantuvo una intensa vida social. Cuando su hermano Julio Alberto (1922-1997) asumió como gobernador de San Luis en 1958, ella se convirtió en su secretaria privada. Nacida el 1° de marzo de 1920, la madre del diplomático puntano Leandro “Chungo” Despouy (muerto en 2019) murió el lunes pasado, cuando ya estaba cercana a cumplir 104 años.

“Yeya” –a veces también apodada “Rubia” por familiares y amigos– se caracterizaba por una vitalidad prodigiosa. Su memoria era un arcón en el que se guardaban recuerdos de importantes eventos sociales y políticos de más de un siglo, porque además de lo que había vivido, conocía los acontecimientos de sus antepasados.

Y en los últimos años, cuando se le habían empezado a desdibujar fechas, lugares o nombres, ella conservaba la lucidez de aceptar que se debía al paso del tiempo, a las diez décadas que había atravesado. Pero también a un accidente doméstico que vino a contribuir a eso: “Estoy muy desmemoriada. Me acordaba mucho, pero resulta que me caí en mi dormitorio, hace como dos años, me di un golpe en la frente, el médico me dijo que ese es el lugar de la memoria”, le contó, sin tintes de melodrama, a un periodista en 2017, cuando ya estaba cerca de cumplir 98 años.

Reserva de la ética con que se criaron los de su generación, mientras pudo “Yeya” no dejó de cumplir con el deber cívico de ir a votar. Acompañada por “Chungo” o algún otro familiar, siempre fue a participar de la jornada electoral. Solía llegar al Centro Educativo N° 4 “Nicolás Antonio de San Luis” –conocido popularmente como el “Bellas Artes”– en su “Yeyamóvil”, con el que recorría la corta distancia desde su residencia en “Villa Hortensia”, la casona familiar de Avenida del Fundador contigua a la entonces Residencia Oficial del Gobernador, donde ahora funciona el Centro Oncológico Integral.

“Villa Hortensia” es una casona de estilo italiano construida en 1912. Emplazada en la principal entrada a la ciudad de San Luis, es parte de una propiedad más amplia que perteneció a los Despouy y, con anterioridad, a Juan Martín de Pueyrredón, como parte de la “Aguada de Pueyrredón”, que el político porteño adquirió cuando fue desterrado a San Luis en 1812. La casa de los Despouy Domeniconi congregó importantes encuentros sociales y culturales durante décadas.

Recuerdos del San Luis de antaño

Más al este, el solar de la residencia que Pueyrredón construyó al pie de las sierras de San Luis, a la que bautizó “El retiro” (su hijo, el artista plástico Prilidiano Pueyrredón, le contó en una carta a Justo José de Urquiza que el proyecto de su padre era pasar muchos años en San Luis), también quedó dentro de la propiedad de los Despouy.

“Yeya” recordaba que cuando conoció ese lugar al pie de las sierras –al este del country Los Quebrachos–, de una casa que tenían sus suegros, Enrique Despouy y Hortensia Luco de Despouy, “para el norte había unos vestigios” de la construcción con piedras que había hecho Pueyrredón. Nacida y criada en el centro de la ciudad, Edhit contaba que su padre tenía la farmacia “Domeniconi” en la calle San Martín, “al lado de una tienda que se llamaba Dellaqua, que una vez se quemó y quemó una parte de la farmacia”, lo que obligó a su papá a mudarla a un local que le alquiló a Celestino Cortinez, en la cuadra del Colegio Nacional.

Su afición por los deportes no privaba a “Yeya” de otras actividades y gustos. “He tenido mucha vida social”, solía decir. Recordaba que por años el epicentro de las actividades culturales y recreativas de la capital puntana fue el Club Social, en la esquina de San Martín y Belgrano, sobre la ochava suroeste.

“Tuvimos un baile muy lindo cuando vino, Discépolo creo que fue, una de esas orquestas de Buenos Aires, al Club Social”, evocaba la longeva puntana. “Estaba el cine ahí, venían las compañías de teatro de Buenos Aires. Es una lástima, una pena que haya desaparecido ese teatro”, decía.

Con “Yeya” se apagó un testimonio de hechos políticos y sociales que forman parte de la historia puntana.

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