Por Dr Miguel Rey Nores
Uno de los interrogantes cruciales que enfrenta nuestro país es la sustentabilidad en el tiempo de las reformas y cambios estructurales encarados por el Presidente Javier Milei.
Cuando compartiendo la direccionalidad algunos advierten lo imperioso del emprolijar las formas; se les descalifica apelando a neologismos tales como «ñoños republicanos» o «econochantas».
Si consideramos que es una discusión «interna» al cuadrante ideológico-partidario que aspira al «cambio profundo«, cuando los otros tres, ni siquiera comparten la «direccionalidad» -sino que la combaten- no se trataría entonces de «fuego amigo» sino de genuina preocupación. Y vale decir que esta alarma es fundada si se confronta la marcha del plan con las categorías utilizadas por los investigadores más cualificados del planeta.
Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson obtuvieron el «Premio Nobel 2024» en Economía por sus hallazgos relativos al rol preponderante de las «instituciones inclusivas« para la prosperidad de las naciones. Pero no fueron los primeros. En 1993, los economistas Douglass North y Robert Fogel ya habían sido galardonados por la Academia Sueca con el Premio Nobel de Economía por sus investigaciones en la materia, poniendo de resalto que las «instituciones políticas y económicas son el determinante subyacente del rendimiento económico» de cualesquier país en el largo plazo. Douglass North remarca: «La persistencia de reglas de juego claras, creíbles y estables que generan sistemas de incentivos adecuados, influyen positivamente en el nivel de ingreso de un país«.
Por otros senderos, quienes no ostentamos tales versaciones, arribamos a conclusiones similares. Utilizando parámetros que monitorizan el desempeño de los países tales como «desarrollo humano» ( PNUD ), «producto bruto per cápita» ( FMI ), «calidad educativa» (PISA), «expectativa de vida», «mortalidad infantil» ( OMS ) y confrontándolos con el «Índice de Calidad Institucional ( ICI )» del Banco Mundial, se advierten constantes llamativas. Países que ostentan «alta calidad de vida» , resultan ser los «mejor posicionados» en el «ICI» . Dinamarca, Noruega, Finlandia, Nueva Zelanda, Suiza, Suecia, Países Bajos, Irlanda, Luxemburgo y Canadá, superan los nueve puntos ( de 0,99 a 0,91 ). Los últimos -Libia, Afganistán, Somalía, Myanmar, Sudán del Sur, Eritrea, Venezuela, Siria, Yemen y Corea del Norte- no sobrepasan siquiera el primer peldaño ( 0,10 ).
Investigadores locales coinciden que entre 1860-1930, mientras mantuvimos una calidad institucional relativamente buena, Argentina creció en forma sostenida, ubicándose entre las diez naciones más prósperas del planeta. A partir de 1930, el declive institucional, nos sumergió en una espiral descendente, decadente, con periódicas crisis y subsecuentes recuperaciones que no lograron consolidarse en el tiempo; a resultas de las cuales descendimos más y más.
¿Dónde estamos parados hoy? El ICI nos ubica en el puesto 125 de 194. Desde 1996 descendimos del 44 al 125: 81 posiciones.
El ICI se integra en base a dos grandes componentes, que como ruedas de un mismo eje, o remos en una embarcación, interactúan, se potencian y condicionan. Las «instituciones y libertades políticas» e «instituciones y libertades económicas».
Esta última medición ( 2024 ) no refleja mejorías relevantes. ¿Cómo se entiende? máxime cuando en el informe, el Banco Mundial reconoce que Argentina «ha llevado adelante un proceso de estabilización macroeconómica basado en una fuerte corrección del déficit fiscal y externo; un realineamiento de precios relativos y reducción del desequilibrio monetario. Los resultados iniciales han sido positivos…. el gobierno logró un superávit fiscal por primera vez en muchos años, el riesgo país cayó significativamente….. se implementaron medidas de protección social que incluyeron aumentos reales en las prestaciones para los sectores más vulnerables ( Asignación Universal por Hijo y Prestación Alimentar )…. Para 2025 se proyecta un crecimiento del 5,5% «.
La respuesta cabría inferirla del informe anexo. Nuestro país podría estar construyendo … muros sólidos «sobre arenas movedizas».
Justo es reconocer que el actual gobierno recibió una institucionalidad devastada. Desde ese país estrellado -con el no muy valorado apoyo de sus aliados- ha realizado una tarea encomiable en múltiples áreas que impactan sobre la institucionalidad «económica». Esto le es reconocido externa e internamente.
Ahora, el pasado ¿nos predice el futuro posible?. Retrocedamos a 1993 o si se prefiere, al año 2008 donde nuestro país venía creciendo a tasas «chinas» (8% anual ), con marcados descensos de pobreza e indigencia, pero con creciente deterioro institucional. ¿Cómo concluyeron esos ciclos? Es precisamente porque recordamos esos resultados es que hoy nos preguntamos ¿estamos construyendo sobre sólidos cimientos?
En lo que a «institucionalidad política» refiere, no hay cambios para celebrar. Se observan extrañas coincidencias con el pasado y algunos retrocesos. En la lucha contra la corrupción seguimos «aplazados». Una muestra: La licitación de la hidrovía «Paraná Paraguay» concluyó de manera escandalosa, con denuncias y pedidos de «transparencia» formalizados desde la UIA. El «retiro» de la Oficina Anticorrupción y de la Unidad de Información Financiera de las «querellas» en las causas donde se ventilan desfalcos millonarios no ayudaron al gobierno. ¿El malogrado proceso de incorporación de nuevos miembros a la CSJN? Y podríamos seguir.
Todo ello se potencia cuando los «disensos» sobre «cuestiones económicas» ( atraso del dólar ) o de «política institucional» ( CSJN ) motivan una descarnada respuesta que opera cercenando -por acción u omisión refleja- la libertad de prensa y de expresión.
La «asincronía» en el movimiento de las «ruedas» o «remos» es lo que en un «entrelíneas» pareciera advertirnos el Banco Mundial.
La preocupación llegó a los inversores norteamericanos nucleados en la AmCham. El presidente saliente, Gómez Minujin alertó: «No se trata sólo de economía. El clima de negocios también depende de condiciones institucionales firmes y previsibles. No alcanza solo con estabilidad; sin institucionalidad no hay país que prospere». Otro ex-titular añadiría: «sin seguridad jurídica, la Argentina perderá su oportunidad».
Entonces, ¿estamos mirando al futuro o al «pasado porvenir»?. Los que abrazamos la «sustentabilidad» del cambio en el largo plazo ( ¿ñoños republicanos? ), al mirar la otra orilla «política», nos estremecemos. Como no, si el actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires, más que probable candidato a la Presidencia en 2027 ha sostenido: “seguridad jurídica» y «clima de negocios» son palabras horribles”; congruente con su accionar en el «YPFgate». Pero también nos preocupamos si miramos nuestro propio cuadrante. A 130km/h -pasando por las banquinas- pareciera difícil que lo logremos.
Una gran mayoría votó a fines del 2023 por retornar a la senda del «desarrollo inclusivo sustentable», entendiendo que puede ser la «última oportunidad» y que si fracasamos, nos puede aguardar el más «duro y letal» de los escenarios; el de una «nación fallida».
Urge que el gobierno regrese a las tan celebradas «Bases». En aquel «programa» Juan Bautista Alberdi apostó por dotar a nuestro país de una «solida institucionalidad política y económica»; con el deliberado propósito de asegurarnos un porvenir venturoso. Y mientras lo seguimos, mal no nos fué.
Pero el gobierno pareciera no escuchar a los que lo eligieron. Restaría entonces apelar en estas elecciones de medio término- al voto inteligente -al estilo del «ticket splitting» norteamericano-, buscando una mayor «sincronía» en los avances y eliminar los «retrocesos».
Cuidemos el «cambio sustentable» y al gobierno, pero de sí mismo. Y no olvidemos aquella proclama final del Congreso Constituyente de 1853:
«Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se libran de arrodillarse ante los tiranos”.