Argentina, la Selección Argentina de Fútbol, paseó su juego en la 14ta fecha de las Eliminatorias Sudamericanas.
Y al pasear su fútbol paseó al rival. El históricamente encumbrado Brasil fue vapuleado por los campeones del mundo.
El triunfo de la Scaloneta por un 4-1 lapidario, se explica en la voracidad de los reyes de Qatar 2022, renovados en algunas piezas individuales pero con la mística, la esencia y el espíritu amateur de saber que en el fútbol, como en la vida, lo que suma es el presente, aunque el peso del pasado multiplique.
Argentina fue paciente: sabedor de la presión que iba a ejercer Brasil, inició cada acción casi desde el fondo de la cancha, de los pies de «Dibu» Martinez. Desde atrás construyó paredes que edificaron el pase seguro y la distracción oportuna, para que Leandro Paredes, parado para recibir entre Nicolás Otamendi y Cristian Romero, fuese el generador de todo lo bueno.
Thiago Almada, en su rol de iluminador, distrajo a los cariocas jugando libre. Nunca le tomaron la patente. Se paró a espaldas de los volantes de camiseta amarilla y salió como un rayo a ocupar y, sobre todo, a atacar el espacio vacío.
Y Enzo Fernández se perfiló como un segundo delantero, detrás de Julián Álvarez. Así apareció como un fantasma que asustó a los pentacampeones.
La Scaloneta dejó el centro del campo para que lo ocupen al pasar Alexis Mac Allister y Rodrigo De Paul. Nadie se estacionó.
Por las bandas se mostraron Nahuel Molina y Nicolás Tagliafico. Fueron espejos retrovisores.
Un estiletazo profundo y 1-0 del «Araña» Álvarez.
Una acción de plena elaboración, que incluyó 33 toques, terminó en definición de Enzo para el 2-0.
Apenas se acomodó Brasil con ilusión con el descuento de Matheus Cunha, tras un descuido de «Cuti» Romero.
Pero todo siguió siendo albiceleste: campo, pelota y juego voraz, sobre todo eso, juego de acción y penetración.
El 3-1 apareció antes de cerrar el primer tiempo con Mac Allister definiendo una combinación paciente.
Los que llevan bordadas tres estrellas doradas en la camiseta, salieron a jugar el segundo tiempo como si el partido recién estuviese por iniciar.
Cuando Brasil quiso juntar pases, Argentina presionó y recuperó. Y volvió a atacar. Una y otra vez volvió a atacar.
Giuliano Simeone saltó desde el banco y, cual optimista del gol, buscó una bola sucia por la puerta de atrás del arco de Bento, y le rompió la red con un remate alto, casi sin ángulo de disparo: 4-1.
Pudieron ser 5, 6 y muchos más.
Fue momento de ver en cancha a Nicolás Paz, Ángel Correa, Exequiel Palacios y Facundo Medina.
Hay un equipo que, a casi dos años y medio del título Mundial, sigue jugando con el andar triunfal de las arenas místicas de un desierto que vio emerger a un seleccionado de época.
La Selección Argentina de Fútbol sigue escribiendo la historia.
Y cuando pase el tiempo y repasemos esta brillante obra de arte que terminó 4 a 1 ante el siempre poderoso Brasil, intentaremos recordar cuántos goles hizo Messi.
Algún memorioso dirá que el mejor futbolista del planeta no jugó.
Parecerá una broma. Cómo Argentina va a golear a Brasil sin Messi. Parecerá una historia más vinculada a un cuento del «Negro» Fontanarrosa que a la realidad.
De verdad. Messi, el mejor del universo, no jugó, y la Selección igualmente tuvo brillo…
Los niños caminan ilusionados junto a sus papás, rumbo a la cancha. Y salen de ella fascinados.
Los abuelos van con los nietos al recinto sagrado de las pasiones. Y se retiran diciéndoles que nunca vieron algo parecido.
Las familias sonríen con frescura.
Los hinchas gritan alaridos de felicidad.
Las risas son una expresión de admiración.
El fútbol siempre será un juego, siempre. Pero pocas veces ha sido un juego que a los argentinos nos haga tan pero tan orgullosamente felices.